Hay muchísimas variedades de amor, pero una expresión en especial es la que ha inspirado tantos y tantos sueños y leyendas: el tipo de amor tan intenso y sentido que impulsa a la gente a querer pasar toda la vida juntos. Muchas personas anhelan encontrarlo, pero no todas lo hacen, haciendo que sea aún más precioso y extraordinario para quienes lo hallan. Por suerte, no son sólo los enamorados quienes se benefician de ello, sino que puede ser una experiencia muy hermosa para quienes les rodean también.
Incluso en estos tiempos de relaciones volátiles, muchas personas que han desarrollado este vínculo eligen casarse – aún hoy puede ser una forma muy poderosa de decir “esta persona es muy, muy especial para mi”.
En todo caso, el casamiento sigue siendo a menudo la forma que eligen dos personas para reconocer y celebrar el amor especial que sienten – simbolizando no sólo ese amor, sino además tal vez entre otras cosas una compatibilidad percibida y un deseo de acompañarse en los altibajos de la vida.
En la mayoría de las culturas, el matrimonio se ha sellado tradicionalmente con algún tipo de ceremonia religiosa. Pero ahora vivimos en un mundo en el que las ideas y las creencias se van transformando. Muchas personas no se sienten cómodas con una ceremonia que no refleje sus creencias, pero a pesar de ello desean hacer algo que marque la ocasión.
A lo largo de los últimos años han aparecido posibilidades alternativas de celebrar de forma más personalizada el amor que siente una pareja.
Hace poco me encontré con Jon Michell Fueter, que vive en la isla desde hace más de 30 años. Desde el 2001 ha actuado como maestro de ceremonias en incontables bodas y ha desarrollado su propio y especial estilo, intrínsecamente inspirado por las antiguas tradiciones del mundo. Lo hace, esencialmente, porque cree que el amor engendra amor, y que celebrarlo de forma consciente ayuda a que sea reconocido y experimentado, y tal vez también contribuye a que se extienda – “más amor”, dice, “es algo que el mundo necesita”.
Para él es importante que la ceremonia no sea dogmática – por ello, no dicta ni impone opiniones religiosas, sino que basa la ocasión en torno a los elementos vitales de la naturaleza, el potencial del amor en todas sus formas y la realidad actual del mismo en la pareja concreta.
Las parejas pueden intercambiar anillos o cualquier otra expresión o promesa de su elección. Normalmente eligen también el lugar – casi siempre un espacio al aire libre, tal vez en una playa apartada, la cima de una montaña, una casa privada o un hotel rural.
Cree que el amor es el mayor tesoro que un ser humano puede encontrar, y que “conocer a alguien con quien compartir nuestras vidas no es una certitud, sino un regalo”.
Los asistentes son invitados a estar plenamente presentes en el momento para atestiguar y celebrar “algo único y sagrado”, sentir en sus corazones la alegría y el amor expresado a través de la unión y el compromiso de la pareja.
Las opiniones de los familiares y amigos después del evento son siempre positivas, aunque a veces tengan opiniones religiosas o espirituales propias y diferentes. Jon Michell siente que, incluso entre diferentes creencias, la naturaleza es un medio común a toda la humanidad, tal como lo es, por supuesto, el amor.